Fecha de emisión: 20 abr, 2001

CASTILLOS

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CASTILLOS

HISTORIA

Cuatro sellos dedicados a Castillos reproducen las panorámicas del recinto amurallado de Tortosa (Tarragona) y de las fortalezas de Jadraque (Guadalajara), San Fernando de Figueras (Girona) y Montesquiu (Barcelona). Tortosa, centro estratégico y comarcal del Bajo Ebro, plaza fuerte desde la antigüedad hasta el siglo XIX, cuenta con uno de los conjuntos fortificados más importantes de España. Desde su castillo de La Zuda, construido por Abd al-Rahman III en el año 944 y convertido en 1294 en residencia temporal de monarcas y en la actualidad parador de turismo, se divisa una excepcional panorámica de Tortosa y del curso del Ebro.

Sobre un cerro en Jadraque, dominando el valle del Henares, eleva sus muros el que fuera castillo-palacio del cardenal Mendoza, conocido como del Cid, levantado sobre un anterior musulmán y concluido hacia 1492. Construido en sillarejo blanco, es de forma rectangular y dispone de siete torres. Utilizado en la Guerra de Sucesión, sufrió importantes deterioros en la de la Independencia. Desde 1961 es propiedad del municipio quien lo restauró y conserva.

El castillo de San Fernando de Figueras, uno de los más grandes de Europa, fue construido entre 1753 y 1766 según proyecto de Juan Martín Zermiño quien lo ideó en forma de pentágono irregular estrellado con doble recinto de murallas. En él murió, en 1810, el general Álvarez de Castro, defensor de Girona al que Alfonso XII erigió un monolito en 1924. En sus dependencias se celebró la última sesión de las Cortes Republicanas en febrero de 1939, siete días después sería destruida su puerta principal y parte de sus muros.

En uno de los más bellos parajes de Osona, hoy Parque Comarcal propiedad de la Diputación de Barcelona, alza sus muros la fortaleza de Montesquiu, edificio en forma rectangular, erigido sobre un torreón del siglo IX utilizado como puesto de vigilancia del río Ter durante la repoblación de la Plana de Vic. Ampliado y reconvertido en residencia de Arnau Guillem de Besora en el siglo XIV, tres centurias después sería ennoblecido y ampliado por Lluís Descatllar. En el siglo XX su propietario, Emilì Juncadella, lo cedió a la Diputación con la apariencia actual.